
Vida y Oba de: Santa Ángela de Mérici.
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- enero 27, 2025
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La ‘pequeña amiga’ de Santa Úrsula
Santa Ángela nació el 21 de marzo de 1474 en Desenzano del Garda, localidad cercana a Brescia, en el norte de Italia. Pasó su primera infancia en el campo, al lado de sus padres, unos sencillos agricultores que trabajaban en el valle.
Fue su padre, Giovanni Merici, quien gustaba contarle historias de la vida de los santos. Ángela lo disfrutaba muchísimo mientras empezaba, casi sin querer, a desarrollar un sentimiento de cercanía por quienes siguieron los pasos de Jesús. Con mucha naturalidad, la niña empezó a relacionarse con ellos a través de la oración. De ahí el vínculo cordial que tenía con Santa Úrsula, la doncella que murió martirizada en el siglo IV, a quien Ángela terminó profesando un gran cariño y devoción.
A través de los santos, o gracias a ellos, en el corazón de Ángela iba naciendo el deseo de entregar la vida a Dios por completo.
Mística precoz
A los 10 años Ángela quedó huérfana. Unos tíos suyos, los Biancosi, se hicieron cargo de ella, su hermana mayor y su hermano. Como su tío era un personaje acaudalado, vivir en su casa representó para los tres niños un gran cambio, puesto que no tuvieron que pasar más necesidad.
Sin embargo, poco después, la hermana mayor moriría de manera intempestiva. Esto produjo una gran desazón en Ángela porque su hermana había muerto sin haber recibido los sacramentos. Grande sería el sufrimiento de la niña al no saber cuál había sido la suerte de su hermana frente a Dios.
En esas circunstancias, la santa se aferró a la intercesión de la Virgen María y a la figura de San Francisco de Asís. Se refugió por completo en la oración y en la práctica de la penitencia. En su corazón de niña, había brotado un deseo cada vez más grande de agradar a Dios y pedir su misericordia, en caso Él dispusiese conceder la salvación eterna a su hermana.
El gran día
El 25 de noviembre de 1535, en la Iglesia de San Afra en Brescia, Ángela y 28 compañeras consagraron sus vidas al servicio de la educación de las niñas. El nombre de la nueva familia espiritual fue “Compañía de Santa Úrsula”, que con el tiempo terminaría aglutinando varios institutos de vida activa y contemplativa.